sábado, 11 de julio de 2015

Infancia

Hoy mientras dormía con Retoño la siesta (siempre dormimos haciéndole yo de colchón, no hay otra forma de hacerlo dormir la siesta, y a mi me sirve de excusa para hacer el descanso del día) soñé que era pequeña e iba de la mano de mi abuela, le decía "abuela, no me sueltes". Fue un sueño bonito. Desde que soy madre es como si mi infancia volviese a mi. Tengo muchos recuerdos que antes no me asaltaban ni me paraba a recordar o pensar en ellos. No sé si esto le pasa a más gente con la maternidad o es cosa mía.
Yo pasé casi toda mi infancia viviendo con mis abuelos. Mi padre trabajaba en otra provincia y mi madre pasaba casi todo el día fuera de casa trabajando, así que quien se ocupaba de mi era mi abuela. Aunque esto a día de hoy es de lo más habitual, de aquella yo era la única niña de clase que estaba en esta situación. Y ya de mayor a veces en mi cabeza reprochaba esta situación a mi madre, pensando que me hubiese gustado estar más tiempo con ella (mi abuela era y es un poco peculiar, muy preocupada por la limpieza, con horarios a rajatabla...)y llevar una vida más convencional.
En cambio desde que soy madre me doy cuenta de que tuve una infancia feliz, un poco distinta, pero que tuve la suerte de contar con dos madres (Mamamía y mi abuela) y que todo fue como tenía que ser. Es como si me hubiese reconciliado con pequeños cabreos que tenía en mi interior.
No sé si a consecuencia de como fue todo cuando era pequeña, o la poca diferencia de edad que tengo con Mamamía (19 años) me siento muy afortunada de la relación que tengo con ella. Es mi mejor amiga.
Mis padres y mis abuelos maternos son un pilar fundamental en mi vida. Gracias a ellos soy como soy, y creo que lo han hecho muy bien.
Es un post un poco ñoño, pero tenía que escribirlo. Porque ahora me doy cuenta que no cambiaría nada.

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