lunes, 31 de agosto de 2015

Anecdotario de tonterías

Hoy en el trabajo una de mis compañeras se pasó la mañana rumiando que la vida era muy dura, muy cruel...vamos, cosas por el estilo. Tanto languidecía por las esquinas que le dije "mujer, no es para tanto, también hay momentos buenos". La verdad es que no tenía ni idea de lo que le pasaba, pero luego en la hora del café ya nos explicó, y es que el motivo de su tristeza era que las hijas habían acabado las vacaciones y habían vuelto a su trabajo, que queda a 600 km de su lugar de origen, y como madre al uso, pues las echa de menos. Hasta ahí todo normal...el anecdotario de tontería es que de pronto se giró hacia a mi y dijo "que suerte, que tu vas a tener un niño pequeño contigo toda la vida".
Lo que hay que oir.

martes, 25 de agosto de 2015

El duelo (Parte II)

A la semana siguiente de que la pediatra del centro de salud nos "arrojara" a gritos que posiblemente nuestro bebé tuviese un daño cerebral tuvimos la consulta en pediatría del hosital. Allí, tras una explración, la pediatra fue más conservadora y nos dijo que de momento no se podía decir nada tan definitivo como un daño cerebral. Nos mando hacer un montón de pruebas y nos pidió una interconsulta con Atencion Temprana.
En Atención Temprana la médico rehabilitadora nos dijo que era un niño aún muy pequeño para valorarlo bien pero decidió que fueramos a una sesión de fisioterapia semanal dado que Retoño no era capaz de levantar la cabeza estando boca abajo.
Sobre los dos meses y medio Retoño empezó a comer mal. Rechazaba la teta, no demandaba comer...podía estar horas y horas sin pedir. Como madre primeriza, asustada y con poca idea fui a la pediatra del centro de salud. Nos dijo que el niño no se enteraba de nada y ni sensación de hambre tenía. Y me hizo un informe para que lo llevara a urgencias del hospital para que me lo ingresaran que sólo le faltaba a su cerebro para rematarlo hacer una hipoglucemia.
Sí, todas estas cosas bonitas. Me fui al hospital con más ansiedad que otra cosa e ingresaron a Retoño en pediatría durante una semana. En esa semana volvió a tomar teta con regularidad y poco más reseñable del ingreso. Los pediatras dijeron que había que estar con la mosca detrás de la oreja por la microcefalia y poco más.
Nos dan el alta, volvemos a casa y a los pocos días empezamos en fisioterapia.
Retoño va cumpliendo semanas y cada vez se nota más que hay un retraso psicomotor y que no alcanza los hitos del desarrollo que debiera. Además la cabeza se aleja cada vez más de percentil.
Yo empiezo a darle vueltas a todo. A la hipoxia del parto. Al sufrimiento fetal de la semana 28... A todo. Me siento culpable de mi parto. De no haber rogado una cesárea, de no haber pedido la epidural y que todo fuese más médico. La culpa hace que me quiera morir.
A Retoño ya lo siguen en el hospital y en Atención Temprana. Muchas consultas, muchas pruebas. Es un caso raro. En ese momento tengo mucho interés en que le pongan una etiqueta diagnóstica.
A los cuatro meses toca revisión en el centro de salud. Mihombre ya ni me acompaña, odia a esa pediatra.
La pediatra me dice que si en mi casa no ven que el niño tiene un problema, que no tiene nada que ver con un niño de su edad. Salgo llorando. Me hace sentir culpable. No sé qué hacer. Siento que no existe un sitio en el mundo para mi hijo. Ese día decido cambiar de pediatra de cabecera.
Ese día empiezo a llorar. Es julio. No paro de llorar hasta septiembre. Siento rechazo hacia Retoño, quiero que se vaya de mi vida. Luego me siento malamadre y lloro aun más.
Sólo pienso en que en el futuro tendré que empujar una silla de ruedas de una persona que no se entera de nada. Entonces miro a mi hijo y veo a un desconocido. Me quiero morir.
Terapias y médicos. Ningún profesional se preocupa de los padres. Sólo del niño y de lo que no hace.
Odio mi vida.
Mihombre y yo no compartimos en ese momento el dolor. Estamos como en islas separados.
Salgo a la calle y aunque haga sol sólo veo de color gris. En serio veía color gris. Como si fuera un efecto óptico.
Nunca había sentido tanta tristeza en mi vida. Quiero volver a cuando no tenía hijos.
En septiembre Mihombre me dice que vaya al médico. Voy. Le cuento lo que me pasa. Me dice que todo lo que siento es normal y hace que me sienta menos culpable. Me receta un antidepresivo.
Retoño tiene 6 meses y nunca, nunca me mira. No interacciona casi nada con su entorno. Nos comunicamos con él a través de las cosquillas. Con eso se ríe. A mi me entristece mucho que mi hijo no me mire. Pienso que no sabe quien soy.
Empiezo con el antidepresivo. Me empiezo a encontrar menos triste. Soy capaz de volver a pensar. Pienso que todo lo que siento es normal y lícito y que me lo puedo permitir. En todo momento he cuidado bien de Retoño. No voy a juzgar mis sentimientos.
Ese fue el primer paso.
Luego decidi que tanta valoración médica me habían impedido ver a mi hijo como lo que era: un bebé. Me di cuenta que tenía un bebé en casa. Este fue el segundo paso; dejé que Retoño fuese lo que era, un bebé. Le quite toda la culpa de encima. Ya no quería que se fuese por donde vino.
El tercer paso fue el colecho, decidí pegarme a él todo lo que pudiese. Aunque fuese por el olor iba a saber que yo era alguien especial para él.
El cuarto paso fue intentar normalizar nuestra vida, como si fuésemos una familia con un hijo y punto. Así que decidí volver al trabajo con una reducción de jornada del 50%.
Todo esto fue ayudando al día a día. Me conozco a Retoño como la palma de mi mano, sé lo que le disgusta, lo que le gusta, lo que necesita.
No pienso en el futuro, vivo día a día. Pero aunque piense en el futuro no me asusta. He decidido agarrarlo de la mano y sólo se la soltaré cuando él quiera.
Tengo un niño al que quiero más que a nada. Ya no estoy triste. Sólo cansada la mayor parte del tiempo (al igual que cualquier madre).
No comparo a mi hijo con otros niños. No necesito ya ponerle etiqueta, porque para mi es sólo Lucas (ese es el nombre de Retoño). Y espero que vaya hacia delante, pasito a pasito, pero tampoco le voy a meter prisa.
Si hace un año me dijeran que iba a salir del agujero que me encontraba, no me lo creería.
Y el agujero y la salida de él me da para escribir el siguiente post, que tratará del fallo en el sistema sanitario en relación a los padres.
Se pasa un duelo muy duro, pasas por fases de negación, enfado, depresión.... Es difícil llegar a la aceptación, pero se llega. Yo tenía muchas ganas de meterme en cama y no hacer nada...pero ni siquiera te puedes permitir eso porque hay alguien que depende de ti. Ahora miro para atrás y lo que realmente me fastidia es el tiempo que perdí de disfrutar de Lucas.
Ahora lo miro y sólo hay amor. Y es que para esto quise ser mamá. Él aun no me mira mucho, pero sí sé que sabe que soy especial.

viernes, 14 de agosto de 2015

El duelo (parte I)

Llevo dándole vueltas a este tema. Porque sin saber por lo que pasaba, el duelo ha sido un momento transcendental de mi vida. A veces creo que ya lo he pasado, otras veces tengo miedo de volver a una de sus fases...sea como sea el duelo me ha hecho madurar, crecer y ser lo que hoy soy, igual que hace tres años pero a la vez totalmente distinta. Es un duelo en el que no hay pérdida, porque mi bebé estaba ahí, a mi lado, respirando, pero yo en ese momento no lo sabía ver como lo que era, mi bebé, yo veía un extraño que me asustaba.
Como enfermera conozco las fases del duelo de KubblerRoss, las he estudiado para varias oposiciones. Pero al principio no supe que estaba inmersa en él, porque al fin y al cabo no había tenido una pérdida real. Pero para pasar un duelo no es necesaria una muerte. Sólo la pérdida de algo. Yo perdí en su día al hijo idealizado.
Pero empecemos por el principio y como fueron los acontecimientos.
En la semana 29 de embarazo Retoño hizo una liada monumental con su cordón, dejé de notarlo durante tres días, me ingresaron 15 días para monitorización fetal (fui a urgencias porque llevaba 12 horas sin notarlo y vieron que estaba haciendo bradicardias continuas. En un principio me prepararon para cesárea pero al final decidieron esperar...) fueron días de miedo atroz porque sólo sabía que estaba vivo cuando me ponían el monitor (monitorizaciones en las que el bebé estaba poco reactivo), la duda de si había tenido un daño... De pronto Retoño decidió latir con normalidad otra vez y se volvió a mover. Me enviaron a casa de nuevo a continuar con mi embarazo. Con la posibilidad de que lo podía perder. Pensar que se podía morir dentro de mi hizo que pasase los dos últimos meses de embarazo como en una pesadilla. A veces lloraba porque tenía la sensación de no poder más con la angustia. En la semana 37 empecé con contracciones y en la monitorización ya de primeras hizo una bradicardia del copón... Pero como fue la única no hicieron cesárea. Me ingresaron. No sabían que hacer conmigo (esa era mi sensación). Una matrona me hizo sentir culpable porque me dijo que la bromita de la bradicardia era culpa mia por no haber desayunado (eran las 6 de la mañana, estaba con contracciones, nauseas y miedo, que coño iba a desayunar). Lloré porque me sentí culpable.
Al final decidieron ponerme un tampón de progesterona para ver si se desencadenaba el parto. También lloré porque yo quería que mi hijo viniese al mundo cuando él lo quisiese, no por necesidad mía.
El parto de desencadenó. Fue una dilatación normal, lo único que pedí es que me dejasen el monitor fetal puesto. No quise epidural, quería tener fuerza para ayudarlo a salir.
El momento del expulsivo fue largo, no sentía ya las contracciones. Así que se alargó. A Retoño le costó salir. Nació con 3 vueltas de cordón, hipotónico y sin respirar. Reanimacion tipo III. A los cinco minutos un apgar de 8. Eso fue bueno. Me lo dejaron en brazos unos segundos y se lo llevaron a neonatos. Lo eché de menos, pero estaba feliz porque estaba vivo.
A los tres días lo dejaron subir a planta conmigo. Todo parecía que era normal. Yo estaba muy feliz de estar con mi hijo. Todo el día abrazados y a la teta, se enganchó muy bien.
Nos fuimos a casa. Felicidad absoluta. Mi bebé perfecto y bueno, no lloraba. Empezamos a colechar.
Tuvimos dos meses de tranquilidad, con las dificultades típicas de una madre primeriza.
Pero llegó la revisión de los dos meses. Fuimos con total normalidad. La pediatra lo vio y nos dijo que su cabeza era más pequeña de lo que debía y no seguía objetos. La pediatra empezó a ponerse nerviosa y nos gritó "¡este niño tiene un daño cerebral! Este niño no se entera de nada, no sabe ni que está en este mundo" "igual le están dando microinfartos cerebrales"
Fue así, os lo juro. Que quedé fría. Como teníamos una revisión en neonatología a la semana siguiente (protocolaria por haber estado ingresado al nacer) nos dijo que a ver que nos decían allí y nos mandó a casa después de habernos soltado eso.
Llegué a casa, lo puse en la hamaquita y pensé qué iba a sacar adelante. Si lo iba a hacer sufrir. Fue horrible. Empezó el pánico, el no saber.
Voy a continuar la historia en otro post. Porque ahora no puedo seguir.

jueves, 13 de agosto de 2015

Resumiendo estos días

No sabía que nombre ponerle a esta entrada, porque no voy a contar nada especial, ni nuevo, sólo un resumen de mis días...pero la verdad es que me apetecía escribir.
Hoy he ido a conocer al nieto de mi compañera de trabajo. Fuimos varias compañeras y llevé a Retoño porque querían verlo. Retoño pasó una tarde feliz, lo pasaron de brazos en brazos, le hicieron cosquillas y lo bailonearon, así que pasó la tarde riéndose. Yo, que lo miraba desde la distancia (con ello me refiero a más distancia que tenerlo en mis brazos), veía un niño feliz y más atento que hace dos meses. Vi diferencias.
El bebé al que conocimos precioso, lo tuve durmiendo en brazos todo el rato que estuvimos allí. La mamá alucinaba porque fui capaz de dormirlo dos veces cuando dice que lo normal es que esté llorando. Me sentí muy orgullosa de mi don para dormir bebés, jeje. Luego Retoño debió echar de menos los mimos de mamá que empezó a protestar, así que cambié un bebé por otro. El mio se consoló y el otro empezó a llorar. Si es que tengo la temperatura corporal ideal para los bebés, yo creo que es eso.
Dejamos el Votja, Mihombre y yo debemos ser unos flojos, porque no lo soportamos. No hay mucho más que contar al respecto, a mi me temblaban las manos cuando acababa la sesión y Mihombre no decía ni mú durante horas. No podíamos verlo llorar así. Ahora seguimos yendo a esta fisioterapeuta pero sin hacer Votja. A pesar de nuestra decisión pienso que podría haber dado resultados más rápidos...pero ya nunca lo sabremos. Poquito a poco y listo.
Ayer salí a pasear con Retoño y nos pilló la lluvia. Nos resguardamos donde pudimos y acabé tapando a mi hijo con el cambiador de pañales.
Vi una película de Woody Allen y otra que se titulaba "una historia de Brooklyn", me gustaron las dos (las de Woody Allen me suelen gustar todas, esta que vi creo que se titulaba "extraño asesinato en Manhattan"). He acabado de leer un libro titulado "Un verano sin hombres" que me gustó mucho, porque decía cosas muy ciertas sobre las personas y ahora he cogido otro en la biblioteca que me tiene muy buena pinta. Se titula "como ser una mujer" y es entre autobiográfico y ensayo feminista.
Y hoy he sido capaz de encender la ipad y escribir este post.