martes, 25 de agosto de 2015

El duelo (Parte II)

A la semana siguiente de que la pediatra del centro de salud nos "arrojara" a gritos que posiblemente nuestro bebé tuviese un daño cerebral tuvimos la consulta en pediatría del hosital. Allí, tras una explración, la pediatra fue más conservadora y nos dijo que de momento no se podía decir nada tan definitivo como un daño cerebral. Nos mando hacer un montón de pruebas y nos pidió una interconsulta con Atencion Temprana.
En Atención Temprana la médico rehabilitadora nos dijo que era un niño aún muy pequeño para valorarlo bien pero decidió que fueramos a una sesión de fisioterapia semanal dado que Retoño no era capaz de levantar la cabeza estando boca abajo.
Sobre los dos meses y medio Retoño empezó a comer mal. Rechazaba la teta, no demandaba comer...podía estar horas y horas sin pedir. Como madre primeriza, asustada y con poca idea fui a la pediatra del centro de salud. Nos dijo que el niño no se enteraba de nada y ni sensación de hambre tenía. Y me hizo un informe para que lo llevara a urgencias del hospital para que me lo ingresaran que sólo le faltaba a su cerebro para rematarlo hacer una hipoglucemia.
Sí, todas estas cosas bonitas. Me fui al hospital con más ansiedad que otra cosa e ingresaron a Retoño en pediatría durante una semana. En esa semana volvió a tomar teta con regularidad y poco más reseñable del ingreso. Los pediatras dijeron que había que estar con la mosca detrás de la oreja por la microcefalia y poco más.
Nos dan el alta, volvemos a casa y a los pocos días empezamos en fisioterapia.
Retoño va cumpliendo semanas y cada vez se nota más que hay un retraso psicomotor y que no alcanza los hitos del desarrollo que debiera. Además la cabeza se aleja cada vez más de percentil.
Yo empiezo a darle vueltas a todo. A la hipoxia del parto. Al sufrimiento fetal de la semana 28... A todo. Me siento culpable de mi parto. De no haber rogado una cesárea, de no haber pedido la epidural y que todo fuese más médico. La culpa hace que me quiera morir.
A Retoño ya lo siguen en el hospital y en Atención Temprana. Muchas consultas, muchas pruebas. Es un caso raro. En ese momento tengo mucho interés en que le pongan una etiqueta diagnóstica.
A los cuatro meses toca revisión en el centro de salud. Mihombre ya ni me acompaña, odia a esa pediatra.
La pediatra me dice que si en mi casa no ven que el niño tiene un problema, que no tiene nada que ver con un niño de su edad. Salgo llorando. Me hace sentir culpable. No sé qué hacer. Siento que no existe un sitio en el mundo para mi hijo. Ese día decido cambiar de pediatra de cabecera.
Ese día empiezo a llorar. Es julio. No paro de llorar hasta septiembre. Siento rechazo hacia Retoño, quiero que se vaya de mi vida. Luego me siento malamadre y lloro aun más.
Sólo pienso en que en el futuro tendré que empujar una silla de ruedas de una persona que no se entera de nada. Entonces miro a mi hijo y veo a un desconocido. Me quiero morir.
Terapias y médicos. Ningún profesional se preocupa de los padres. Sólo del niño y de lo que no hace.
Odio mi vida.
Mihombre y yo no compartimos en ese momento el dolor. Estamos como en islas separados.
Salgo a la calle y aunque haga sol sólo veo de color gris. En serio veía color gris. Como si fuera un efecto óptico.
Nunca había sentido tanta tristeza en mi vida. Quiero volver a cuando no tenía hijos.
En septiembre Mihombre me dice que vaya al médico. Voy. Le cuento lo que me pasa. Me dice que todo lo que siento es normal y hace que me sienta menos culpable. Me receta un antidepresivo.
Retoño tiene 6 meses y nunca, nunca me mira. No interacciona casi nada con su entorno. Nos comunicamos con él a través de las cosquillas. Con eso se ríe. A mi me entristece mucho que mi hijo no me mire. Pienso que no sabe quien soy.
Empiezo con el antidepresivo. Me empiezo a encontrar menos triste. Soy capaz de volver a pensar. Pienso que todo lo que siento es normal y lícito y que me lo puedo permitir. En todo momento he cuidado bien de Retoño. No voy a juzgar mis sentimientos.
Ese fue el primer paso.
Luego decidi que tanta valoración médica me habían impedido ver a mi hijo como lo que era: un bebé. Me di cuenta que tenía un bebé en casa. Este fue el segundo paso; dejé que Retoño fuese lo que era, un bebé. Le quite toda la culpa de encima. Ya no quería que se fuese por donde vino.
El tercer paso fue el colecho, decidí pegarme a él todo lo que pudiese. Aunque fuese por el olor iba a saber que yo era alguien especial para él.
El cuarto paso fue intentar normalizar nuestra vida, como si fuésemos una familia con un hijo y punto. Así que decidí volver al trabajo con una reducción de jornada del 50%.
Todo esto fue ayudando al día a día. Me conozco a Retoño como la palma de mi mano, sé lo que le disgusta, lo que le gusta, lo que necesita.
No pienso en el futuro, vivo día a día. Pero aunque piense en el futuro no me asusta. He decidido agarrarlo de la mano y sólo se la soltaré cuando él quiera.
Tengo un niño al que quiero más que a nada. Ya no estoy triste. Sólo cansada la mayor parte del tiempo (al igual que cualquier madre).
No comparo a mi hijo con otros niños. No necesito ya ponerle etiqueta, porque para mi es sólo Lucas (ese es el nombre de Retoño). Y espero que vaya hacia delante, pasito a pasito, pero tampoco le voy a meter prisa.
Si hace un año me dijeran que iba a salir del agujero que me encontraba, no me lo creería.
Y el agujero y la salida de él me da para escribir el siguiente post, que tratará del fallo en el sistema sanitario en relación a los padres.
Se pasa un duelo muy duro, pasas por fases de negación, enfado, depresión.... Es difícil llegar a la aceptación, pero se llega. Yo tenía muchas ganas de meterme en cama y no hacer nada...pero ni siquiera te puedes permitir eso porque hay alguien que depende de ti. Ahora miro para atrás y lo que realmente me fastidia es el tiempo que perdí de disfrutar de Lucas.
Ahora lo miro y sólo hay amor. Y es que para esto quise ser mamá. Él aun no me mira mucho, pero sí sé que sabe que soy especial.

1 comentario:

  1. Se me saltan las lágrimas al leerte... tu sinceridad me estremece... puedo sentir tu rabia, tu enfado con la vida, tu desprecio ante ese niño que tanto dolor te provoca, tu odio hacia ti misma por sentir todo lo anterior y sentirte la peor madre del mundo!!!!

    Lo peor ya lo has pasado, para aceptar y querer a Retoño has de pasar por lo primero, aunque el duelo por el niño perdido nunca se acaba del todo y en momentos puntuales (escolarización, informes médicos...) aflora... Lo importante es que ese duelo cada vez sea menor y los momentos felices superen a los malos.

    Hay algo que me ha hecho pensar, me he sentido muy identificada contigo... la pareja no siempre va de la mano contigo en esos momentos de tanto dolor... yo he sentido también ese vacío del compañero que necesitas y no está... quizás es que somos personas y cada uno siente y padece a su manera, necesita unas cosas y reacciona de manera diferente. Los dos meses de hospitalización de Isaac fueron fatales como pareja, afloraron conductas insospechadas, tanto de él como mías, pero en los momentos más duros (a los 23 días de nacer Isaac se moría pues le apareció una sepsis que no creían que superaría) ahí estábamos los dos cogidos de la mano esperando noticias. Luego, cada uno a lo suyo y a sus paranoias... hasta el día de hoy... que es difícil hablar de lo malo de Isaac y de cómo enfrentarnos a ello... pero seguimos juntos, luchando y pataleando por Isaac y también disfrutando de él cada instante. Creo que hay que respetar a la pareja siempre que decida estar ahí junto a nosotras y de que en los momentos más importantes estemos cogidos de la mano.

    Por cierto, sin conocerlo, sé que Lucas es el niño más feliz del mundo, tiene lo único que necesita para serlo, el cariño y amor de su mamá.

    rocío

    ResponderEliminar