sábado, 22 de octubre de 2016

Pequeñas cosas

Lo esencial, lo importante, ¿qué es?
El silencio. La soledad. O estar con la gente que quieres.
La sonrisa de tu hijo. O la de tu padre.
Irse a la mañana y volver a la tarde.
Que alguien te eche de menos.
Que pare de llover en el momento que sales de casa. O que empice a llover cuando vas por la calle sin paraguas porque te encanta mojarte.
Meter la mano en un saco de habas. Enseñarle a tu hijo la sensación que da.
Acariciar a un gato. Dajar que un gato duerma encima tuya. Ver como sueña.
Una película con tu pareja bajo la manta, con palomitas.
Escuchar música que te gusta y que te alegra el día. Cantarla. Gritarla.
La playa en verano. O en invierno. Acariciar la arena con los pies.
Tomar una caña con tu madre. Reirte de cualquier tontería con ella.
No poder dejar de mirarte un tatuaje de lo alucinante que es.
Aprender a que te guste lo que haces.
Ir al campo. Al bosque. A un río. Mirar los árboles, lo diferente que son entre ellos. Su solidez y su sabiduría.
Un café por la mañana. Con un zumo de naranja antes. Y un croissant. Mientras escuchas la radio.
Poder pagar las facturas cada mes.
Tener un hobbie que te encante. Leer, dibujar, bailar. Poder compartirlo con alguien.
Tener conversaciones interesantes.
Sentirte a gusto en casa.
Sentirte a gusto contigo.
Perdonar errores.
Ser fiel a la persona que más importa, uno mismo.
Dormir con la conciencia tranquila.
Vivir el presente.
Tener ilusiones.

viernes, 21 de octubre de 2016

Otra mamá

El otro día estaba en el supermercado haciendo la compra con Retoño cuando una señora de unos sesenta y largos años se acercó y se puso a hablarle a Retoño. Yo le sonreí y me dijo que tenía un hijo muy guapo. Luego añadió si me podía hacer una pregunta. Le contesté que sí:
- ¿El niño tiene algún problema?
- Pues sí.
Y entonces me contó que ella tenía una hija de 35 años y que tenía una paralisis cerebral infantil, y que Retoño le recordó a ella.
Comenzamos a hablar y me contó las dificultades que había tenido hace todos esos años, que ni siquiera existía servicio de Atención Temprana y que había tenido que dar muchos palos de ciego.
Me encantó con el cariño que me hablaba de sus hijos (además de esa hija me contó que tenía un hijo de 38 años) y de todas las cosas que habían hecho juntos y la gran conexión que aun existe entre ellos.
Me gustó mucho conocer a una madre de esa edad y ver lo bien que estaba tanto física como emocionalmente a pesar de las dificultades.
Me habló del gran apoyo que había tenido en su madre, en todo el optimismo que esta le consiguió irradiar.
Estuvimos un buen rato hablando y dijimos que era muy cómodo hablar con otra madre en situación similar, porque sólo entre nosotras lograbamos entender nuestra vida.
La verdad es que volví muy contenta para casa de conocer a alguien así de especial.
Al final me dijo una cosa que siempre la pienso muchas veces "con cariño se logra mucho". Y le di la razón, porque para mi desde que tengo a Retoño la frase "el amor todo lo puede" (que para mi antes era una frase ñoña sin sentido) ahora cobró todo su significado.

La vida es difícil a veces, para unas personas más que para a otras, es como si nos soltasen en una jungla y sólo tuviésemos dos opciones:
- Construirnos una casa en el árbol, con todas las dificultades, pero sabiendo que luego tendremos un refugio en el que estar.
- Quedarnos tirados en el barro, que al principio parece menos esfuerzo pero a la larga va a ser mucho más incómodo.

domingo, 16 de octubre de 2016

Demasiado

Hoy por la tarde sali de paseo con mis padres y Retoño. Luego al llegar a casa vi un video en facebook que me interesabe. Me puse a mirarlo y Lucas comenzó a protestar. Le dije "tienes razón hijo, que estoy con esto y no te hago caso".
Estamos tan rodeados de cosas que desvían nuestra atención y atendemos a tantas cosas a la vez que nos alejamos de lo esencial: nosotros.
Cada vez estamos más metidos en el mundo virtual, redes sociales, wasap... Qué vivimos más en esa realidad virtual que en nuestra original realidad humana.
A veces me siento saturada. Miles de conversaciones en grupos de wasap y de facebook, pero mucho menos contacto real. Yo lo que quiero es hablar con mis amigos tomando un café.
Cuando era pequeña recuerdo que mi abuela conocía a toda la gente del barrio y hablaba con todos ellos. Yo hay gente del mi edificio que no tengo ni idea ni de quienes son. A veces coincido con alguien en el portal y no sé si vive en mi edificio o no. A ver, que sé que ahora es lo normal, pero a mi me sigue pareciendo raro.
Muchas veces le digo a Mihombre que quiero ser amish. Se rie de mi, claro. No es que quiera vivir sin luz, pero lo que sí me gustaría es vivir en comunidad. Entonces me dice "una comuna hippie?" Y yo pienso, pues sí, eso debe ser lo más parecido a lo que quiero.
Me gustaría vivir en una aldea, en una casa de campo, con vecinos que conozca y nos pasemos media tarde hablando, que tengan niños pequeños que puedan jugar juntos en el campo, con perros y gatos, y gallinas ponedoras que anden libres en busca de lombrices. Que sean más importantes los juegos de mesa que una tele, teniendo las cosas necesarias y no un millón de cosas que las miras y piensas ¿"para qué quiero esto"?.
Una vida un tanto distinta, sin tanta prisa, sin tantas metas que alcanzar, sin que haya que esforzarse tanto en las relaciones con los demás...más lenta, que podamos saborear despacio todo.
Por soñar...que no quede.

martes, 11 de octubre de 2016

Micromachismos o lo que sea

Tenía ya ganas de escribir una nueva entrada, pero últimamente el tiempo no es mi aliado. Mihombre ha sufrido (no hay palabra que mejor lo defina) una operación de pierna y me he quedado sola ante el peligro (llamemosle así al desorden que se ha adueñado de mi casa). No paro en todo el día y eso que puedo contar con mis padres para que lleven a Retoño a alguna sesión de fisioterapia (aun así no me llegan las horas del día).
Pero hoy vi una cosa que en un principio es bastante frecuente pero que no me pareció nada bien. Y necesitaba contarla. Iba yo en el coche con Retoño, a hacer compra, pensando en lo que tenía que comprar, cuando un coche que iba delante de mi bajó la velocidad, el hombre sacó la cabeza por la ventanilla y empezó a decirle cosas (piropos, no sé como definir el "guapa te llevo a donde quieras" y cosas similares) a una chica joven que iba paseando a su perro.
Me fije en la chica que sonrió incómoda y bajó la cabeza al mismo tiempo que apuró el paso. El coche llegó a detener su marcha, lo tuve que adelantar y luego bajé yo la velocidad y miré por el retrovisor para ver si el coche volvía a andar. Porque ya había oscurecido y no era un lugar muy transitado.
Esta historia, que puede parecer del todo inocente y que no hay nada más que un hombre intentando ligar, no la veo yo como tal.
Que un desconocido te empiece a decir cosas desde su coche es incómodo. De pronto te sientes asustada. Están metiéndose en tu espacio vital de una forma inadecuada. A las chicas no nos gusta eso. Por lo menos a las que yo conozco.
Los piropos no son malos, pero depende de quien vengan y en que situación. Que te lo grite un desconocido cuando vas paseando tranquilamente por la calle no es lo que esperas.
Y si va en un coche y casi lo detiene se te dispara la alerta.
Que luego dicen que las mujeres somos unas exageradas, que no todos los hombres son violadores. No. Pero siguen sucediendo casos.
Y siguen haciéndonos sentir incómodas con cosas como esta.
Hombres,  no nos griteis desde los coches. Ni desde ningún sitio.  Y los piropos, en las ocasiones adecuadas.
¿Cuantas mujeres siguen apurando el paso cuando van solas por la noche?