sábado, 31 de diciembre de 2016

Fin de año

Madre mía, se acabó el año. Se me ha pasado volando, demasiado rápido. Lo mejor de este año es que ha sido un año tranquilo, empezó con alguna preocupación pero a partir de febrero no recuerdo ningún mal momento, así que no puedo pedir más. Las vacaciones de verano me dejaron muy buen sabor de boca y con ganas de repetir. Además contribuyeron a que Retoño y yo formasemos un cordón umbilical muy fuerte. Ahora me cuesta más separarme de él. Cada vez me apetece menos dejarlo alguna noche con mis padres y salir de cena. Prefiero despertarme a su lado y comérmelo a besos y ver como me mira.
Y ahora toca pensar en los propósitos de año nuevo. No soy yo mucho de planificar a largo plazo, perp este año me apetece hacer una lista:
- Cuando esté haciendo una cosa, sólo dedicarme a eso en ese momento.
- Visitar un sitio que no conozca.
- Ver al menos una exposición (si es de pintura, mejor).
- Acostarme más temprano.
- Organizarme mejor cada día y así tener más tiempo para jugar con Retoño.
- Ir al menos una vez al teatro.
- Llevar a Retoño al menos una vez al mes a la piscina, que disfruta mucho en el agua.
- Estar menos pendiente del móvil.
- Hacer un diario de fotos de las cosas chulas que hagamos.
- El 1 de octubre me propuse no comprar ninguna prenda de ropa en un año, así que intentaré seguir cumpliéndolo este nuevo año.

Y creo que ya. No me pongo cosas muy complicadas porque si no sé que no las cumplo.
Ojalá el 2017 nos traiga cosas buenas a todos.

domingo, 25 de diciembre de 2016

En Holanda

Como en la metáfora "Viaje a Holanda" o cómo ser madre de un niño con discapacidad, veo a mis amigas ir y venir de Italia mientras yo sigo en Holanda. Tienen niños que van creciendo, cada vez son más independientes y me dan la buena noticia de que van a volver a Italia. Y me alegro un montón. Son libres para volver a decidir ser madres.
Mi útero quiere albergar vida de nuevo, pero no se lo puedo permitir. Cuando les pregunto a los médicos si se puede repetir lo de Retoño no saben dar una respuesta.
Yo no sé si mi hijo va a caminar o a hablar algún día. Y no quiero romperle las alas a otro ángel.
Y en estos momentos de tristeza me enraizo en mi hijo. Me abrazo a él como si fuese una madera en medio de un océano. Lo escucho respirar mientras duerme y yo duermo en su sueño. Aprovecho el aire que exhala para respirar yo. Su calor me alivia y el peso de su cuerpecito me tranquiliza. Y él es ajeno a todo. Es una sonrisa infinita, como su inocencia.
Y entonces me digo que las cosas son así, la vida sólo va en una dirección y no hubiese podido suceder nada de otra forma. Y me conformo.
Aunque a veces no. Quiero ir a Italia. Quiero tanto a Retoño que me gustaría querer así una segunda vez. Pero una vez en la que las cosas fueran distintas. Y fáciles.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Cicatrices invisibles

Grita. Mientras el mundo continua cogiendo velocidad y tu quieres quedarte parada. Cierra los ojos y deja que la lluvia te moje hasta que consiga ahogar tu enfado. Muerdete el puño hasta que quede la marca de tus dientes en tu piel. Sal corriendo, corre sin parar hasta quedarte sin aire.
Has despertado del sueño en el que has pasado tiempo sumergida. Y ya no crees en las normas que giran el mundo. Tus viejas creencias han quedado sepultadas bajo el peso de los desengaños. La vida te ha estafado.
Pero en vez de rendirte le haces un corte de mangas. Le echas la lengua y le dices "que te den".
Y sigues. Con tu nueva versión. Una que te gusta más. Porque descubres que no puedes buscar fuera lo que necesitas. Porque lo que necesitas está dentro de ti. Y con eso pones una media sonrisa, entrecierras los ojos y ves a la gente que continua sumergida en ese sueño infinito, del que quizás tengan la buena o mala suerte de no tener que despertar jamás.
Llevas cicatrices invisibles que sólo tu puedes ver. Pero las acaricias cuando te quedas a solas. Las amas. Puedes contar la historia de cada una de ellas. Puedes escupir encima de lo que te las provocó.
Y sabes que la vida es finita. Que sólo vas a estar aquí un rato. Y que todo lo que te pase es circunstancial. Que nadie puede enjaular tu mente. Ni tu alma. No deseas nada, al mismo tiempo que deseas todo. Más sonido, más color, más besos apurados, más miradas, más risas, más mordiscos. Más tiempo, más aire. Estar en lo alto de un acantilado y que el viento te atraviese. Estar en el fondo del agua hasta que pienses que los oidos te estallan.
Sientes que estas despierta mientras los demás caminan sonámbulos a tu alrededor.
Y te preguntas si existen otros noctámbulos como tu. Que gritan en silencio y a cámara lenta.