lunes, 16 de octubre de 2017

Galicia quemada

El sábado hizo un calor raro para esta época. Agobiante, seco. A medida que fueron pasando las horas el aire se enturbio y empezó a oler a quemado. Supusimos que estaría ardiendo algo, porque aquí, por desgracia, estamos acostumbrados a los incendios.
Pero esta vez el incendio pasó a ser un infierno en la tierra.
Se ha quemado de norte a sur. Cerca de donde yo vivo hubo un incendio. Unos amigos vieron el fuego lindando su casa. Y tuvieron "suerte" porque el viento cambió de dirección. Podrían haberse quedado sin casa.
Ves las noticias y no te las quieres creer. Demasiado fuego. Demasiado quemado. Imposible de sofocar.
Te enteras de que hay víctimas humanas y te cae el alma a los pies. Un octogenario que intentó salvar a su ganado. Porque ese señor sabía el valor de la vida. Otro que quiso ir a avisar a una vecina que estaba en peligro. Y dos señoras mayores que escapaban del fuego.
Ves lo que queda de la tierra donde antes brotaba vida y las lágrimas aparecen.
Donde hace un día había verde, había latidos y había belleza sólo queda un manto de ceniza negra. El color de la muerte.
Que golpe para toda la fauna que vivía ahí. Con unas crías que habían nacido en primavera. Animales que ni siquiera tienen la posibilidad de escapar. Ninguna mínima oportunidad de supervivencia. Hasta eso les arrebataron.
Un ecosistema dañado. Que luego será repoblado por árboles que ni siquiera serán los que ahí nacían de forma natural. Porque hay árboles que dan dinero y otros que no.
Y todas las rías que sufrirán la contaminación de esa ceniza. Porque a ellas llegará.
Y todos los años la misma historia. Que si el monte no estaba limpio, que si la falta de lluvia... Mil excusas. Los incendios no son fruto del azar. Los incendios son provocados. Eso lo sabemos todos. Y que el año que viene se repetirán. Eso, por desgracia, también lo sabemos.
Y luego sientes un orgullo especial cuando ves a esa gente que sale a apagar el fuego. A proteger a lo suyo. Gente de a pie que se convierte de repente en un héroe, que le sale la valentía de dentro, como una llama para apagar otra llama.
Veo Galicia quemada y la siento como una madre enferma.
Y siento una pena inmensa viendo que se extiende a Portugal y Asturias.
Hoy me voy a la cama teniendo esperanza en que caiga más agua de las nubes.
Y fe en el trabajo y solidaridad de los gallegos.
Porque de los señores trajeados de la tele no espero nada. Sólo palabras vacías.


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